ADRIANA OCHOA / La Cábala / Pulso/ San Luis Potosí, S.L.P.
En un San Luis que espera no repetir el gobierno que sobrelleva sin gloria alguna y sí mucha pena, los candidatos hacen unas campañas lánguidas y sin ánimo de incomodar. Escandaliza que la abanderada del PAN presente una imagen irreal de sí misma, pero no que ningún candidato se comprometa a que se vayan del todo los que están y cuanto representan.
En una ciudad cosmopolita como Nueva York, la ex top model británica Naomi Campbell se queja porque los taxistas la discriminan. No importa cuántas veces fue portada para Vogue, haciendo alto a un taxi en la noche neoyorquina es una más y los choferes creen que pedirá viaje hacia barrios infestados de pandillas. “A veces los negros son los más racistas”, declaró a una revista.
En la semana, la cadena Univisión anunció el despido de un presentador venezolano, Rodner Figueroa, por decir en un programa de chismorreo farandulero que Michelle Obama, la primera dama de los Estados Unidos, “parece del elenco de ‘El Planeta de los Simios’”. Rodner aseguró que se refería a la caracterización de la señora Obama que hacía un maquillista en el programa, pero no hubo forma de echar el tiempo atrás y lo acusaron de “racista”. A su despido de Univisión le siguió el de Colgate, que lo tenía contratado para anunciar dentífrico.
En México, país que se asume como “mestizo”, pura “raza de bronce” y hasta “raza cósmica”, se supone que no hay racismo. El supuesto se cae del discurso en el trato cotidiano.
Rosario Aguilar Pariente, doctora en Ciencia Política por la Universidad de Michigan y catedrática del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) ha explorado el efecto del color de la piel e identificación racial en las actitudes políticas de los mexicanos.
En el estudio “Consecuencias sociales y políticas de estereotipos relacionados con fenotipos raciales en México”, una encuesta aplicada en 2011 entre estudiantes de tres universidades en el DF, dos de ellas públicas, concluyó que los jóvenes consideraban más inteligentes y mejor preparados para gobernar a supuestos candidatos con características físicas europeas o criollas, que a los modelos de supuestos candidatos morenos o con rasgos indígenas.
Las imágenes de los “candidatos” de la encuesta fueron creadas mediante un software que mezcla color de la piel con diferentes rasgos. Las “fotografías” iban de los “candidatos” evidentemente indígenas a los mezclados y los de tipo europeo. Se encuestó a 136 jóvenes cuyas familias tenían un ingreso de 16 mil a 20 mil pesos por mes. El resultado fue una apabullante demostración de racismo llevado al criterio político: los jóvenes estudiantes relacionaban a los candidatos “europeos” con todas las virtudes, mientras que a los de tono de piel más oscuro y rasgos étnicos les achacaban defectos como la pereza, la ignorancia y la incompetencia. Y eso que los mexicanos decimos que no discriminamos raza.
En 2010 el Barómetro de las Américas hizo una encuesta sobre discriminación por tipo racial y en México un 54% reportó haber presenciado un acto discriminatorio contra alguien por su color de piel. Ese mismo estudio demostró que el prejuicio es tan serio en nuestro país que tiene consecuencias económicas, pues independientemente del nivel educativo, sexo y edad de la persona, el ingreso de una persona de piel oscura en México es menos de la mitad del ingreso de una persona de tez clara.
Todo esto viene a cuento por el despropósito de consecuencias desastrosas que ha sido para la candidata panista Sonia Mendoza Díaz el excesivo arreglo de su presentación gráfica. No hay candidato a quien no le den una ayudadita, y si no ahí están las fotos del Güero Carreras, con un color rosáceo parejito y el efecto de una línea del cabello más adelante de donde ya la lleva. En el caso de Sonia, la transformación fue dramática. ¿Le tuvieron miedo al racismo y resultó una cosa peor? Los temores empujan muchas veces las peores decisiones. En tono de humor, corre vía Whats app una secuencia donde Sonia se convierte en Angelina Jolie.
El desatino fue de su equipo. Las fotos originales fueron tomadas en un lugar con luz natural escogido por el fotógrafo –al parecer un hotel en el Centro Histórico-, y la maquilló un esteticista que es hermano del diputado Juan Pablo Escobar. De la batería de fotos, había unas muy adecuadas para la promoción, pero se optó por alterar las que seleccionaron.
A los políticos se les exige ser correctos las 24 horas del día, saber de todo, no hacerle el feo a nada de lo que les pongan en el plato, sonreír todo el tiempo y de ribete, ser guapos y encantadores. Se trata de seducir a las masas, lo que incluye de preferencia los rasgos físicos más aceptables que sea posible presentar. Y si los candidatos son mujeres, como en todas las profesiones y los empleos, se les exige más: que sean bellas y elegantes, lleven un buen bolso de marca y no desentonen socialmente.
La crítica por la manipulación excesiva de la imagen de Sonia ha sido también puerta abierta a ataques y comentarios racistas entre el alud de humoradas por el irreal resultado.
Sí, hubo un exceso de Photoshop, pero la panista no se merece el trato despectivo que desde el anonimato, o una supuesta superioridad social, han acompañado esos comentarios. Gente mezquina que carga un pantone para medir la capacidad y valores de cada quien en función del tono de la piel. Lo más ridículo es que muchas de esos agresores no son unos ejemplares nórdicos, mucho menos unas beldades.
Pero si ha sido un error enorme del equipo de Sonia presentarla como si participara en un improbable concurso de bellezas criollas y no para una competencia política, hay otro mayor y más serio: el de la oferta para los electores.
No está sola la panista en esta falla. Van dos semanas y no se les ve miga a los candidatos. Fernando Pérez Espinosa, el “Calolo”, entre impugnaciones y bloqueos lleva un poco mejor la puesta. Con las características del gobierno saliente, impopular, opaco y mediocre, se vota más para que se vayan los que están que por las propuestas de quienes quieren llegar.
Lo tiene más preciso el candidato oficial, Juan Manuel Carreras. No quiere ofender ni con el pétalo de un compromiso, por eso acumula ya 14 vaguedades firmadas, a cual más de guanga, general, ambigua e incolora. Nada menos la de ayer con los indígenas de Tamazunchale: promete que se va a poner de acuerdo con ellos para proyectos productivos.
Va a llegar a junio con 300 promesas de escucharnos, de hacer planes o de “regenerar” vialidades sin precisar el cómo. Fue con los taxistas a ofrecerles “seguridad patrimonial”, pero sin un roce al pirataje permitido por el opaco e incompetente titular de la SCT torancista y que ha motivado movilizaciones y bloqueos de protesta.
Ofrece “transparencia” pero sin tocar la aberrante opacidad del gobierno de Toranzo y sus burdas maneras de bloquear cuantos datos se solicitan, en especial los que tengan que ver con sus viajes, la Casa de Gobierno, el avión, los no-concursos del DIF estatal y los negocios del “cuñis” favorito.
Que el candidato del PRI pretenda que no se vean los cacarizos y los comedones a la administración de donde salió, tiene lógica. Por eso promete guangueces cautas. Pero que Sonia y “Calolo” también los pasen por alto, que no demuestren simplemente una distancia clara de las grandes fallas de este gobierno, ya es patético.
Campañas lánguidas, tersas, en un San Luis decepcionado de los gobernantes y hasta la coronilla de los políticos, eso sí es adulterar una realidad demacrada, cacariza y con los ojos papujos.
