ADRIANA OCHOA / La Cábala / San Luis Potosí, S.L.P.
Conducidos a un juego de unidad pactada y renuncia a cualquier inconformidad, los aspirantes priistas a gobernador vieron con sorpresa cómo la ficha de Fernando Toranzo se alzó con la candidatura. El personaje no es un mal perfil para las circunstancias, pero su promotor puede volverse un lastre.
Al atardecer de un día de junio de 2006, el candidato presidencial del PAN, Felipe Calderón Hinojosa, subió al tapanco y saludó a la militancia potosina. Detrás de él, muy visibles, candidatos panistas a distintos cargos: Eugenio Govea al Senado; Jorge Lozano Armengol a la alcaldía capitalina; Enrique Trejo; Juan Pablo Escobar y Vicente Toledo Álvarez, a diputados locales. En una fila más al fondo, en el extremo, tratando de ser discreto, con las manos a la espalda mientras los demás aplauden la presentación de cada candidato, un priista que lleva sobrepuesta la camisa de la campaña calderonista a la presidencia: Juan Manuel Carreras López.
Desapercibido, aunque lo hubiera querido, no pasó. Aquello, a esas alturas de una campaña panista que venía remontando a la del puntero inicial, López Obrador, fue un escándalo local. ¿Priistas potosinos ofendidos hasta la médula por la imagen del Güero Carreras trepado en aquel tapanco? Pues ninguno se manifestó entonces; para la fecha de ese evento, el priismo ya veía venir el tercer lugar en las urnas, cargando a cuestas un candidato presidencial decepcionante y tortuoso como Roberto Madrazo Pintado.
Carreras no se peleó con nadie, ni apostató del PRI. Apoyó a un amigo candidato presidencial de otro partido, ex compañero en la Escuela Libre de Derecho y en la LVIII Legislatura de la Cámara de Diputados. Ya presidente, Calderón se lo lleva a la Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra (Corett) y luego al Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica (Fide). Como amigo personal, no como funcionario, estuvo varias veces en la mesa presidencial en Los Pinos, con los más cercanos a Calderón.
Una vez acabado el sexenio calderonista, Carreras regresa a San Luis a un cargo de escasa proyección y sí mucho trabajo: el Seguro Popular. De ahí saltó a la SEGE en el momento en que se hace pública la invalidación dictada por la justicia federal a la adjudicación sin concurso de un contrato de compra de equipo telemático y laptops por alrededor de 380 millones de pesos. El pleito por ese contrato siguió entre el demandante y la adjudicante contratada por el Gobierno del Estado: el Instituto Potosino de Ciencia y Tecnología. SEGE nunca aclaró nada ni ofreció testimonio alguno de que los equipos y las aulas telemáticas ya estuvieran en función. El nuevo secretario no se dio por parte interesada ni obligado a dar explicaciones, allá su antecesor, Juan Antonio Martínez. A pesar del monto del negocio, y de la evidenciada transa con la adjudicación, no hay sanciones ni responsables.
En un sexenio de vuelos gallináceos, muinas virulentas, parentela corrupta, burócratas “social climbers”, actitudes groseras, despropósitos y detalles bien blink-blink como ir a Costco por la despensa casera entre una nube de guaruras armados, el Güero no se moja en esas salsas. No es hombre de estridencias, es muy disciplinado y parece imposible provocarlo a un pleito.
Distinto de otros colaboradores torancistas, creció como ficha fuerte en la sucesión para un gobernador irascible y poco apreciado. Llegados los tiempos de hacerse un lugar, los aspirantes priistas se multiplicaron como moho; todos quisieron y no había uno que no sintiera sus posibilidades fluir a presión alta por la cabeza.
Tuvo más visión el panismo que los ilusionados priistas para identificar a quien sí podría ser el abanderado priista para suceder a Toranzo: primero la directiva azul y luego algunos aspirantes panistas a la gubernatura pusieron a Carreras en sus encuestas de octubre y noviembre, como referente priista para medir sus posibilidades y tomar decisiones.
El alcalde de Soledad Ricardo Gallardo Cardona, ahora bajo proceso en un penal federal, mandó hacer una encuesta a finales del 2014 con Gabinete de Comunicación Estratégica, la encuestadora de Notimex, Bancomer, Radio Fórmula y la Cámara de Diputados, entre otras. También pidió como referente priista a Carreras. Paradójico: fue la oposición la que menos dudó, antes que los priistas, de las posibilidades de Carreras: “Es que es el candidato de Toranzo”.
Hará unos tres meses, en un café de cadena, el operador del toranzato, Cándido Ochoa Rojas, sólo veía dos posibilidades reales en el grueso ramillete tricolor. “¿Y cuál de esos dos crees que sea?”, se le preguntó. “Carreras”, respondió muy tranquilo, más concentrado en aprovechar la miga de un sándwich sobre el plato.
Que Carreras López es el candidato que impulsó el gobernador hasta una final de cámara Phantom, es una versión que no parece tener rebatibles. Cuando ya se daba por “bueno” al jefe nacional de la Policía Federal la noche del miércoles 21, una llamada al gobernador por la mañana del jueves cambió todo.
Reunidos en México, nerviosísimos, los aspirantes en el CEN del PRI, traían el chollo de una decisión a favor de Galindo pero sin confirmar. El Güero, que a la reunión anterior del miércoles 15 llegó con el gobernador, a la de las definiciones fue con el viaje patrocinado por el empresario Juan Carlos Valladares, al igual que Luis Mahbub. La gota fría fue para más de dos, quienes sí creyeron tener la nominación en sus bolsillos. Yolanda Eugenia ni se inmutó. Y los demás, abrazos y parabienes. Galindo se excusó de acompañar al designado al registro en San Luis; que la seguridad del país no daba margen.
De regreso, una vez ungido Carreras, Valladares se encargaría de hacer que llegara en tiempo a su acelerado registro en el CDE priista, una ceremonia “a las Carreras” y desangeladísima. Fernando Pérez Espinosa no llegó; que regresaba por tierra.
Ya ni quejarse, si el CEN fue construyendo para meterlos voluntariamente a todos en un costal y jurar unidad, pasara lo que pasara. Ahí estaba su sorpresita.
Esa misma tarde, el presidente estatal del PRI, Joel Ramírez Díaz, ofreció la candidatura a la presidencia municipal capitalina a Juan Carlos Valladares; el empresario la rechazó. Con el tiempo encima, lo volvió a intentar el gobernador personalmente y tampoco aceptó.
No tardó el priismo-priismo en reprochar el paso de Carreras por el gobierno de Calderón y su apoyo público en la campaña presidencial por San Luis. Desde 1993 no hay político de militancia ortodoxa, ni priista ni panista, que tenga éxito: del “prinavismo” de Horacio Sánchez y Fernando Silva, a los historiales anfibios de Marcelo de los Santos y Fernando Toranzo.
El otro reproche para Carreras es de alguna manera un pecado de origen como candidato: el impulso de su ex jefe, Fernando Toranzo, quien vetó a todos menos a su secretario de Educación. Manoteó, descalificó y amagó, pero sería terrible señal que la decisión final se hubiera basado en los aspavientos encorajinados de un señor inestable: tuvo un acierto indudable para escoger un perfil difícil de golpear para los panistas porque no se le conocen exabruptos, negocios sospechosos, pleitos africanos ni actitudes fuera de lugar.
A Galindo lo iba a cocer vivo la prensa capitalina, que si bien no vota en San Luis todavía se recuerda cuánto influyó en la caída de Fausto Zapata. Michoacán y Guerrero son heridas abiertas, con todo y los diez mil efectivos federales ahí metidos. Y desde luego, la crítica se iría a la cabeza, el presidente Peña. Su circunstancia fue luz y sombra.
Carreras ya es candidato, pero no es aún gobernador. Su trayectoria personal no es fácilmente atacable, pero no así la de su promotor, Toranzo. Los chistoretes al grito de “¡Ánimo, Montana!” van a ser nada a la hora de buscar el voto, comparados con la aversión que si causará avizorar un sexenio más de “gobierno” de lamentos, sin ideas y el poder espolvoreado entre primeras damas influyentes, secretarias empoderadas, choferes-asesores; parientes con especialidad en el “moche” por contrato; funcionarios mediocres; amas de casa habilitadas en cargos de los que no tienen idea y una gruesa corte de sujetos acomplejados, chismosos y lacayunos.
Tiene unos meses Carreras para demostrar si su oferta para la gubernatura es la un hombre con su propia historia, o la prolongación de un gobierno del que sólo genera esperanza lo cercano que está su fin.
